La Biología Total es una ciencia por la cual se identifica al ser humano, sus enfermedades y sus comportamientos a un todo que va más allá de la simple sintomatología. El concepto reúne el conocimiento de varias disciplinas científicas y la observación de los seres, vegetales, animales y humanos, a través de la evolución biológica de la vida en el planeta.

La comprensión de la enfermedad en términos de solución perfecta del cerebro en pos de la supervivencia de la especie, del clan y del individuo, nos permite alcanzar la cura aplicando leyes biológicas perfectas que hasta hace poco nos eran desconocidas.

La Biología Total es un conjunto de descubrimientos extraordinarios que, unidos, dan a la Humanidad una nueva dimensión evolutiva.

Es la reunión de varios conceptos científicos que nos permite comprender la mecánica emocional que da origen a las enfermedades y los comportamientos. La simpleza y precisión con que el cerebro biológico actúa en pos de lograr su único objetivo, el mantenernos vivos en el instante siguiente, explica en todos los casos la aparición de respuestas biológicas inhabituales, que solemos llamar “enfermedades” o “patologías”. Nada en la Naturaleza escapa a las leyes biológicas y mucho menos las enfermedades. Todas son programas perfectos de supervivencia perfectamente orquestados y definidos por el cerebro.

Si tomamos en cuenta la cantidad de seres vivientes que se enferman rara vez mientras que los seres humanos coleccionamos patologías de todo tipo, es fácil comprender que lo que nos diferencia de los otros seres vivientes debe estar al origen de las mismas. Por supuesto, una intoxicación externa producirá un conflicto biológico puro, como ingerir sustancias tóxicas, comer en demasía o la falta de comida, o la falta de líquido o el exceso de frío o de calor. Pero un conflicto psicológico va a explicar la gran mayoría de los conflictos biológicos.

La razón de tal situación es la automatización de los reflejos de supervivencia de nuestro cerebro que analiza todo dato que recibe del organismo, ya sea a través de los sentidos, de los sensores celulares y, a diferencia del resto de los seres vivientes, de su pensamiento analítico. Para el cerebro automático, el tener el estómago obstruido por un bolo alimenticio demasiado grande y difícil de digerir es un dato que recibe de los sensores de las células estomacales. La solución es producir células de alta performance en la producción de ácido clorhídrico para poder digerir lo que obstruye y pone en peligro la vida del ser viviente. Ese grupo de células es llamada en medicina “cáncer” y tratado como una anarquía natural.

La Biología Total demuestra que no solamente no es una anarquía sino que además es de una precisión extraordinaria.

El cerebro automático no piensa, solo colecciona y analiza datos con los cuales generará programas especiales de supervivencia en caso de ser necesarios. Para él, es lo mismo que los sensores de sus células estomacales le digan: “no puedo digerir” a que lo haga la mente cuando una situación de fuerte estrés que supera el nivel de tolerancia al estrés es vivida con la siguiente interpretación racional: “no puedo digerir... lo que me hicieron”. El cerebro, automáticamente, enviará la orden de generar la solución biológica de supervivencia para el “no puedo digerir”, es decir, un adenocarcinoma.

Ninguna enfermedad es anárquica, todas tienen orígenes precisos y aunque no siempre esos orígenes son evidentes y fáciles de encontrar, siempre responden a una tonalidad conflictiva en función de la vivencia que se dió a ese conflicto.

Mientras creamos que las enfermedades son maldiciones, lo seguirán siendo. Cuando comprendamos que son solo programas biológicos que pueden ser desactivados, enfermaremos mucho menos.

El hombre ha estudiado la evolución humana de manera exhaustiva en lo que a especie se refiere. Somos una especie animal, territorial como muchos otros miembros de la naturaleza, aunque poseemos características bien diferentes de los demás. Al comprobar las diferentes transformaciones que se operan en el feto humano en formación, con branquias, varios pares de tetillas por momentos, una cola, podemos aseverar que Darwin tenía razón en su teoría.

De esa teoría de la evolución, como cualquier otra que pretenda definir la aparición y las mutaciones de las especies, surge una ley biológica obvia, aunque hubo que esperar la propuesta de la Biología Total para comprenderla: TODO en el funcionamiento de las especies, y en especial el centro de comandos de cada individuo de cada especie, responde a la necesidad de supervivencia.

Nosotros podemos elucubrar sobre la importancia de nuestra mente en el dominio de las adversidades biológicas, de su influencia en la mejora de nuestra esperanza de vida, pero nuestro cerebro biológico se ocupa de nuestra supervivencia mucho mejor que nuestra mente pensante.

La simple evolución biológica solo se refiere al Ser-Cuerpo. El habernos guiado solamente por ella, nos ha llevado a creer que solo somos eso y que todo lo que sucede en nuestro cuerpo – llámese enfermedad – es un funcionamiento anárquico contra el cual hay que combatir los síntomas. Para la medicina occidental solo somos eso: un cuerpo que sufre transformaciones.

A través de la Biología Total, logramos comprender la importancia de la evolución en su totalidad biológica: cuerpo, mente y cerebro automático. La interrelación de estos tres componentes nos demuestra que ningún funcionamiento en los seres vivientes es anárquico y mucho menos las enfermedades. Todo responde, repetimos, a una lógica biológica de supervivencia.

Podemos decir que la evolución total de los seres vivientes comprende también su evolución espiritual, pero por respeto a todas las creencias, no analizaremos esto más allá de recordar que todo lo que es arriba es abajo.

Por supuesto, la ciencia avanza a una velocidad razonable (a la velocidad de la razón, justamente) y es por eso que un cambio tan brusco en la comprensión del funcionamiento biológico de las especies deberá aguardar a que la razón, muchas veces oscurecida por cuestiones que nada tienen que ver con lo investigativo, termine por rendirse ante la evidencia infalible de leyes que no responden a teorías humanas sino a principios estrictamente biológicos.

Cuando Ptolomeo afirmó que el universo giraba alrededor de nuestro planeta lo hizo siguiendo el modelo científico de comprobación. Científicamente tenía razón. Pero eso no hizo que el planeta detuviera su circunvolución alrededor del Sol. No solo su comprobación no era correcta sino que era exactamente lo opuesto a la realidad. Eso mismo es lo que ocurre en este principio del tercer milenio: realidades diametralmente opuestas a la verdad científica. Veremos esta vez si la ciencia vuelve a hacer el mismo ridículo que en la época de Galileo. Según los principios de la Mecánica Emocional Evolutiva® que representa a la historia de la humanidad como una simple sofisticación de las mismas experiencias generadoras de las mismas emociones colectivas e individuales, es inevitable que así sea.